Ministerio del Deporte

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José Oliverio Valencia, un hombre de 51 años nacido en el departamento de Caldas, ha dedicado casi tres décadas de su vida al fútbol de salón. Su historia, marcada por la perseverancia y el amor por este deporte, es un testimonio de cómo una pasión puede moldear el carácter y transformar vidas.

José Oliverio Valencia, juez d

Todo comenzó cuando Oliverio tenía 19 años. Tras cumplir con el servicio militar, regresó a casa sin empleo y con la incertidumbre del futuro. Fue entonces cuando unos amigos que dirigían partidos de fútbol de salón llamaron su atención. "Me intrigó el campo reducido y el trabajo en equipo que implicaba el juzgamiento", recuerda. Sin planearlo, un día tuvo la oportunidad de reemplazar a un anotador ausente. Ese fue el inicio de una carrera que, hasta la fecha, suma 29 años de experiencia.

Desde entonces, José ha crecido como árbitro nacional y miembro de la Liga Nacional Profesional desde 2010. Sin embargo, su viaje no ha sido solo profesional. "El fútbol de salón me enseñó a ser tolerante. Antes era impaciente, me "calentaba" por cualquier cosa, pero aprendí a mantener la calma y enfocarme", confiesa.

En el campo, José lidera un equipo arbitral compuesto por el árbitro seguidor, un anotador y un cronometrista. En torneos nacionales, también cuentan con auxiliares que controlan los bancos de suplentes. Su rol exige concentración, equilibrio emocional y trabajo en equipo, habilidades que también ha llevado a su vida familiar.

La familia de José es su mayor apoyo. Tras perder a su primera pareja hace 17 años, con quien tuvo una hija, encontró nuevamente el amor y formó un hogar con una mujer que también compartía su pasión por el fútbol de salón. "Este deporte me ha enseñado a enfrentar los problemas con diálogo y paciencia. En casa, cuando hay tensiones, prefiero esperar a que todos estén calmados antes de hablar", comparte.

José también tiene sueños para el futuro. Aspira a ser instructor nacional y contribuir al desarrollo del fútbol de salón desde una perspectiva formativa. "Esto es un hobby que amo, pero sé que no se puede depender 100% de él. Por eso también soy técnico en mantenimiento de computadores", explica.

Su lema de vida es claro: "Día a día se aprende más". A pesar de sus casi 30 años de experiencia, José encuentra enseñanzas en cada torneo, partido y persona con la que interactúa, ya sean jugadores, compañeros o incluso el público.

En los recientes Juegos Comunales, José descubrió algo especial. "Formamos una familia con los árbitros. Aunque solo trabajamos juntos unos días, nos fortalecimos como equipo", relata con una sonrisa. Es ese espíritu de camaradería y aprendizaje constante lo que define su esencia.

La historia de José Oliverio Valencia es un ejemplo de cómo un deporte puede trascender el campo de juego, dejando huellas profundas en el carácter, la familia y la vida misma.

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