PRENSA MINDEPORTE
Cartagena, 27 de noviembre de 2019. - El salto con garrocha o pértiga, es uno de los deportes más completos que tiene el atletismo. Obliga al deportista a ser casi tan rápido como un velocista; ser explosivo como un saltador o un lanzador; tener fuerza en los brazos para levantar las garrochas, porque entre más pesadas, mejor catapultan y, sobre todo, tener una mentalidad fuerte para enfrentarse a un obstáculo que va aumentando su altura con el transcurso de la competencia.
Un aspecto es fundamental, porque es un reto constante del esfuerzo físico y mental contra un objeto que cada vez se hace más inalcanzable, por eso existe una unión entre los deportistas y los entrenadores. Todos parecen uno solo. Siempre empiezan apoyando al representante de su departamento, pero al final las palabras de aliento salen de todas partes. La idea es que exista una superación: las palmas aumentan mientras la dificultad crece y el ánimo se hace más fuerte.
En este deporte todos siempre piensan en el bienestar de todos, conociendo las dificultades que implica practicar esta disciplina. Por eso el dolor de uno, es el de todos. En la final de los Juegos del Bicentenario, Bolívar 2019, quedó claro: cuando un deportista no lograba pasar la barra salían frases como: "¡Vamos mi negro, concursando es que se gana! O "¡Con toda mi causa, vamos que sí se puede!". Eso era un segundo aire para el alma decaída del atleta.
Ese obstáculo, que parecía hacerse imposible con el paso de la competencia, hizo que muchos movieran la cabeza en manera negativa, que se cogieran la cabeza y soltaran gritos de impotencia, esos que dejan claro que se quería hacer más, que se iba por más. No hubo llanto, pero muchos miraban con nostalgia su pértiga y el listón a superar, como si quedaran con cuentas pendientes.
Cuando salían cabizbajos, el entrenador hacía las veces de psicólogo, siempre intentando calmar a su atleta, apoyándolo para que no decaiga por un mal salto: "Cuando sales tranquilo, todo termina bien. Respira profundo. Buen ritmo, brazos firmes, mirada al frente y para arriba déjate llevar", consejos iban y venían para todos los atletas que participaron en la final.
"El trabajo táctico es muy importante para lograr un resultado. Hay que convertirse en psicólogo y establecer la estrategia de competencia para que en cada uno de los saltos se pueda ir mejorando el resultado", dijo Luis Small, entrenador cubano que dirige a los atletas de la delegación de Bolívar. "Buscamos hacerlo caer en cuenta de los errores técnicos que se cometen y sobre esa base se da la argumentación para que realice un mejor salto", añadió.
Walter Viáfara, Pablo Chaverra y Jeffry Azcárate fueron uno, dos y tres, respectivamente. Un logro producto de un trabajo en equipo, que agrupó al entrenador y a los competidores, todos los que están detrás de bambalinas tienen que convertirse en un atleta más, no solo se debe buscar una estrategia, sino que hay que ponerse en los pies del atleta para que las palabras que salen al aire puedan transmitirle los conocimientos adecuados para que pueda lograr la altura deseada. Una labor que une a todos los que hacen parte de esta familia y de Colombia, una tierra de atletas.