Prensa COC - Coldeportes
El pequeño coliseo de Puerta de Oro estaba colmado a las 11 de la mañana. En las tribunas, visualmente dominaba el color amarillo colombiano; y el azul, rojo, verde y blanco se repartían en pequeños y coloridos retazos aquí y allá sobre las únicas graderías levantadas en un costado del escenario, en donde cubanos, puertorriqueños, costarricenses, guatemaltecos, jamaiquinos y nicaragüenses se hacían oír coreando el nombre de sus países. El enfrentamiento sonoro entre barras, el acostumbrado preliminar que ambienta la mayoría de escenarios donde tienen lugar enfrentamientos deportivos.
El volumen de vocinglería se eleva. Y mucho más cuando mencionan los nombres de las dos mujeres y tres varones que representan al país anfitrión. Pasados diez minutos comienza el programa con las damas, modalidad espada. El choque de los metales y los gritos de los esgrimistas se unen al vocerío de las tribunas, donde la mayoría corea "Colombia, Colombia".
Avanzan los combates y al cabo de una hora sobreviven las ganadoras. Solo una colombiana pasó: Natalia Lozano, quien venció en emocionante y apretado duelo a la mexicana Joselín Cruz, de México, una de las mejores. Así pasa a la fase de cuartos. Laura Castillo, no.
Sobre la una de la tarde comienza el duelo de varones, modalidad sable. Los colombianos, como son los locales son los que importa al público. Ocho combates y Luis Correa y Sebastián Cuéllar, los dos locales pasan sin mayores dificultades.
A las dos de la tarde compiten las damas. Y la colombiana se queda por fuera de la semifinal. Cuando su oponente marcó el punto de desempate la joven Natalia caía. No se levantó. Sentada, con la mirada fija en el piso no intentó detener las lágrimas. Seguramente, como todos los que compiten, pensó en disputar una medalla. En darle ese regalo a su familia, a sus amigos, a la afición, a su país.
Finalmente, acompañada por su entrenadora y otra deportista se retiró a la zona de atletas. Allí lloró y se fundió en un abrazo consolador que le brindó un compañero de su delegación.
Mientras, sus compatriotas varones ya ganaban sus respectivos combates en los primeros tres minutos. Estos sí superaron los cuartos y pasaron a semifinales, igual que los venezolanos Romero E., y Quintero F., tal como aparecen identificados en los tableros electrónicos.
Había aroma de final colombiana entre sus parciales del público. Y no era para menos. Ganaron casi todos sus enfrentamientos bien. Pero la decepción amargó el dulce aperitivo de la confianza y opacó el brillo del tiempo siguiente. Ambos perdieron. Ahora el coro mayor entonaba versos venezolanos.
Y se terminó la jornada. Saldo para Colombia: dos medallas de bronce; dos oros para los vecinos del amigo país, Romero y Quintero. Se acalló el ruido de sables y espadas. También los gritos en la tribuna. Será hasta otra oportunidad.