PRENSA MINDEPORTE
Cartagena, 18 de noviembre de 2019. - El baloncesto es una religión en la familia Prada Cetina. Todos vibran, palpitan, se emocionan. Es un deporte que no solo los une en una sola pasión sino que, además, se transmite de generación en generación: Alfonso Prada y Florelda Cetina lo practicaron con constancia y determinación, tanto que su gusto se volvió en el de sus hijos, Johan Camilo y Wendy Lorena.
Johan entrena, practica. Siempre lo hace con empeño y determinación, aunque nunca lo hizo de manera profesional. Por su parte, Wendy, la menor, sí tomó el camino del alto rendimiento. Empezó a los cinco años, cuando encontró en este deporte un refugio de una clase de porrismo, que nunca se dio. Se convirtió en su todo, en su razón de ser. Vivía única y exclusivamente para este deporte y se entregó siempre con alma y corazón por mejorar.
Sus primeros dribles se dieron en una cancha de cemento del Colegio Normal Superior, bajo las órdenes del profesor Carlos Rojas. Asistía sin falta a clase, con dedicación se enfocó tanto que se animó a pasar al Club Deportivo Panteras, en el que su condición mejoró notablemente, también su táctica y su técnica. Toda esa pasión quedaba expuesta en las canchas, donde siempre se distinguió por su velocidad.
Manuel Lora fue el encargado de orientarla en su formación deportiva. Hizo que creciera en todos los aspectos, explotó sus virtudes y la fortaleció mentalmente para sobreponerse de cualquier adversidad. Su resiliencia es notable, aunque caiga nunca nunca se queja, por el contrario, se levanta más fuerte para seguir enfrentando la vida con la cabeza en alto y los ojos bien abiertos y llenos de ilusión.
Todo el amor que tenían por el baloncesto y el orgullo de ver a su hija crecer y ser parte constantmente de las selecciones de Santander, hizo que el apoyo fuera total, que no se perdieran ningún encuentro en el que ella participaba. Mientras que la concentida de la casa volaba por el maderamen, la esperanza crecía en Alfonso y Floreida y, al mismo tiempo, la pasión y el entusiasmo.
Con el paso del tiempo sus virtudes fueron notables y, aunque ella no lo notara por falta de confianza, sus actuaciones maravillaban a propios y extraños. La entrega combinada con la pasión no se encuentran en una esquina. Ambas son dos virtudes que hacen que un deportista sobresalga, resplandezca. Así que nunca se centró en sus victorias y derrotas, siempre pensó en el presente, en lo que podía hacer para que su equipo ganara, aunque no estuviera muy segura de ello.
"Muchas veces siento que no tengo toda la confianza para dar todo de mí, entonces me siento opacada por mis compañeras de equipo y siento que no estoy desarrollando bien mi papel", dice con la honestidad que la caracteriza. Sin embargo, siempre encuentra en las palabras de su entrenador y todas sus compañeras de equipo un impulso que la ayudan a explotar todo el talento que tiene.
Por esta razón, una de las virtudes claves que tiene es el trabajo en equipo. Para ella es vital. "Dentro y fuera de la cancha somos amigas y entre todas nos motivamos. Si estamos haciendo las cosas mal, entre todas nos damos la mano para levantarnos y nos apoyamos para que cada una crezca", resalta.
Así ha hecho que a su familia, esa adoradora del baloncesto, se les hinche el pecho de orgullo, porque con el paso de los partidos su talante y calidad van abriendo los ojos de Colombia y confirman que esta es un tierra de atletas. Con solo 20 años se ha convertido en el alma y corazón de todo el departamento de Santander, que añora verla logrando cada uno de sus sueños.