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Luis Escobar regresó al 11 de noviembre, estadio en el que su hizo realidad su sueño

viernes, 22 de noviembre de 2019

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Luis Escobar regresó al 11 de

PRENSA MINDEPORTE

Cartagena, 22 de noviembre de 2019. - En la mirada de Luis Escobar se reflejan mil emociones: pasión, entusiasmo, exaltación y al mismo tiempo angustia, ansiedad. Está parado en el montículo del estadio 11 de Noviembre Abel Leal Díaz. En la denominada loma de los sustos, allí donde se destrazan muchos sueños y otros empiezan a gestarse, el mismo sitio en el que un lanzador se enfrenta, en solitario, a sus miedos.

Fue precisamente en ese estadio en el que su anhelo de convertirse en jugador de béisbol se hizo realidad. Allí unas 200 personas que fueron a ver el partido de prospectos en el que participaba, quedaron extasiadas, maravilladas con la habilidad de su brazo y su capacidad de sortear las adversidades para terminar de convencer a los cazatalentos que allí miraban. Una curva terminó por decidir todo.

Hasta ese momento las únicas bolas con efecto que tiraba Escobar eran pelotas que apenas tenían movimiento en el aire. La mecánica no la tenía clara. Antes de que le llegara la petición de tirar ese tipo de lanzamiento el jefe de cazatalentos de los Piratas de Pittsburgh en Latinoamérica, René Gayo, le había explicado cómo hacerlo correctamente: "Pones tus dedos en esta costura", le decía mientras hacía el ademán con la bola en la mano. "Cuando vayas a soltar la pelota tienes que girar la muñeca, para que haga la rotación".

Él miraba con atención, absorvía todo lo que el cazatalentos le explicaba. Hasta lo más mínimo. En su proceso de formación como pelotero había intentado tirar este tipo de lanzamiento, pero la bola nunca le cogía el efecto que realmente toma, aunque él creía que sí. Así que parado en el montículo, con la mirada fija en el receptor, lo intentó. Esta vez con las instrucciones que le había dado Gayo.

Hasta ese momento, el cartagenero que se estaba jugando buena parte de su futuro como profesional en este deporte, había llamado la atención de los cazatalentos, quienes se habían agrupado en el escenario de la capital del Bolívar y que evaluaban minuciosamente cada movimiento en sus lanzamientos: control en la velocidad de su recta, agresividad y que su brazo sea suelto.

La curva salió como debía, hizo la rotación correspondiente y el bateador en turno le hizo swing a la brisa. Después de su presentación, el primero que se le acercó fue René Gayo y de una vez lo fichó para la organización de los Piratas. Inicialmente le hizo firmar un precontrato en diciembre de 2012 para que cuando llegara julio de 2013 (fecha en la que se inicia la temporada de firma de jóvenes internacionales en el béisbol de Grandes Ligas) se uniera a la organización.

Ese día sus sueños de llegar a un equipo de Grandes Ligas se hicieron realidad. Esos que comenzaron en los barrios de Canapote y Las Palmeras, en Cartagena. Se la pasaba entre esos dos sectores debido a que sus padres se separaron. A pesar de esto, ambos siempre lo apoyaron en su práctica de este deporte. Al comienzo fue difícil, porque se entretenía más jugando con arena, que atrapando bolas. Pero las prioridades cambiaron cuando tenía 10 años, en 2006.

El béisbol se convirtió en toda su vida. A veces jugaba fútbol, era arquero y no lo hacía mal. Pero el juego de bates y manillas ya lo había conquistado y fue ese sendero el que siguió. Comenzó jugando como campocorto y tercera base, pero sus habilidades no eran las mejores. "No bateaba, ni corría bien. Así que un día un entrenador que tuve, Carlos Ramírez, habló con mi mamá y le dijo que tenía un buen brazo y por eso iba a trabajar conmigo para ser lanzador", recuerda.

Pasaron siete años desde ese juego de prospectos. En este 2019 debutó en las Grandes Ligas con el equipo de Pittsburgh. Aún tiene cosas por mejorar, pero con el paso de los encuentros va ganando la experiencia que necesita para llegar al más alto nivel del béisbol norteamericano. Su resiliencia, trabajo en equipo, empatía y optimismo lo han llevado lejos. Ahora quiere dejar su firma con Bolívar en los Juegos del Bicentenario, con la idea de demostrar que en Cartagena la magia es real y que Colombia, es tierra de atletas.

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