Prensa Supérate Intercolegiados
Las medallistas de boxeo en Supérate, katherin Herrán, de Meta (oro), y Ana Carolina Díaz, de Nariño (bronce), son parte de esa nueva raza de jóvenes colombianas que tienen claros sus objetivos y no se dejan vencer por las adversidades.
Pasiones más allá del género
La mayoría de personas contempla el boxeo como un deporte rudo más orientado a los hombres; pero en la Final Nacional Supérate Intercolegiados sobresalen boxeadoras decididas a enterrar ese mito y dispuestas a demostrar su talento en los rines. Ese es el caso de Katerin Herrán, estudiante del Colegio Eduardo Carranza, una joven atleta de Villavicencio (Meta), quien asombró al público y los jueces por sus movimientos y agilidad para vencer a sus contrincantes en cada pelea. La promesa de este deporte de combate se llevó a casa una merecida medalla de oro en la categoría juvenil 48 kg.
Homenaje a una madre ejemplar
Ana Carolina Díaz es la deportista de 16 años que peleó el bronce hasta el último round. Su inspiración fue su madre, la mujer que la crió hasta sus últimos días en la ciudad de Pasto, Nariño. La acogió como hija biológica y la adoptó en el seno de un hogar lleno de amor. "Este triunfo se lo dedico a mi mamá que ahora está en el cielo y me cuida. Cuando viajé hacia esta Final Nacional le di su último beso porque sabía que ella no estaría cuando regresara", dice con ímpetu y fuerza en su mirada.
El día previo a su combate, su madre había fallecido y ella tomó la decisión de mantenerse en la Final Nacional de Supérate para elevar el honor de su familia. Perteneciente al colegio Centro de Integración Popular de la capital nariñense, afirma que el boxeo le ha brindado momentos satisfactorios en poco tiempo: "Entreno hace solo dos meses, me gustó desde el principio con esta disciplina porque es de berracos; me emociona poder vencer a la gente, es como un espejo de la vida. Es un paso importante para salir adelante en lo que te propongas, porque un ring es un objetivo para derribar, así como pasa en el día a día".
Ana Carolina regresó a casa con su presea para despedir a su mamá.