Clara Luz Roldán, Directora
No importa el tiempo cuando la intención existe. Del Nobel de Literatura que se le concediera a nuestro inmortal Gabriel García Márquez en 1982, tuvieron que pasar 34 años para que el Comité Noruego reconociera en Oslo de nuevo a un colombiano por su contribución notable a la humanidad. La paz es un anhelo mundial y el trabajo abnegado del señor presidente Juan Manuel Santos por conseguirla, hoy es reconocido con sobrados méritos.
El maestro desde las letras y sus mariposas amarillas y ahora el primer mandatario del país en su vocación pacifista representada en la paloma que reposa en su pecho, han tenido un mismo fin: una Colombia sin guerra, presente no sólo en este lapso, también durante cinco décadas en las que un conflicto sin sentido ha marcado a muchas generaciones, privándolas de un derecho fundamental.
Han pasado apenas días de que las urnas, en un sano y necesario ejercicio democrático, se resistieran por una margen mínimo a la refrendación del Acuerdo de Paz firmado en Cartagena, pero ese tropiezo en este largo camino nos ha hecho levantar más fuertes, convencidos de que la unión de todas las fuerzas nos llevarán a culminar este sendero, en cuya cúspide izaremos la bandera blanca.
A las miles de víctimas, a los jóvenes que sueñan con un país distinto y que en las marchas multitudinarias posteriores al resultado electoral así lo demuestran, a los líderes que a pesar de tener ideas contrarias han mostrado su voluntad de sentarse en la mesa, a los alzados en armas que han mantenido el cese al fuego, este premio Nobel también les reconoce su invaluable esfuerzo.
Las manifestaciones dadas dentro y fuera del país comprueban que Colombia merece y tiene con qué ser distinta. Que el flagelo de la violencia será cuestión de un pasado oscuro que nos debe enseñar lo suficiente para evitar su repetición futura. Y a los muchos que tuve que consolar el domingo pasado, hoy les digo que me uno a sus lágrimas, aunque estas de hoy sanan el dolor del plebiscito y nos deben impulsar aún más a seguir luchando por ese anhelo de país.
El NO antes que una respuesta popular, resultó siendo premonitorio. Estaba incompleto en realidad. Ahora es NObel. Mensaje claro y contundente para los colombianos: la paz llegó para quedarse.