Ministerio del Deporte

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"3, 2, 1. ¿Cómo es su nombre?". Con esa cuenta regresiva inicia Julio César Grueso, un hombre que lleva en su voz y en su historia el alma de las montañas colombianas. Con 46 años y una sonrisa que refleja orgullo, nos invita a conocer su vida, entre el café y el fútbol de salón, sus dos grandes pasiones.

Julio César Grueso posa sentad

Julio César nació en San Isidro, una vereda de Piendamó, Cauca. Desde pequeño, el fútbol se convirtió en su refugio y su motor. "Empecé jugando en mi vereda, allí inicié mi sistema deportivo, como lo llamo yo", recuerda con una sonrisa. A los 18 años, mientras prestaba servicio militar en Puerto Leguízamo, Putumayo, aprendió lecciones de disciplina que le servirían para toda la vida.

Un nuevo comienzo en el Huila

Tras finalizar su servicio, Julio se estableció en la vereda Santa Clara, en San Agustín, Huila. Allí, la agricultura se convirtió en su principal fuente de sustento. "Desde los 12 años he cultivado café. Mis padres me enseñaron ese oficio en el Cauca, y hoy lo sigo practicando con mi esposa y mis tres hijos", cuenta con orgullo.

En Santa Clara, sin campos de fútbol reglamentarios, el fútbol de salón se convirtió en su nuevo escenario. "Empecé a jugar porque allí solo había canchas de microfútbol. Ahora soy señor máster, pero sigo participando con los muchachos", comenta entre risas. Este deporte le ha permitido conectar con su comunidad y representar al Huila en campeonatos regionales y nacionales.

El camino no ha sido fácil, pero la constancia ha rendido frutos. Julio y su equipo clasificaron a la fase final de los Juegos Comunales. "Agradezco a Dios y a todos los que nos han apoyado", afirma con gratitud.

El valor del trabajo

La agricultura ha sido mucho más que un sustento para Julio, a sido una escuela de vida. "Cuidar la tierra te enseña disciplina y paciencia. El café no solo nos alimenta, también nos ha permitido financiar nuestro amor por el deporte", reflexiona. Esta disciplina la comparte con sus hijos y su equipo, inculcándoles que el trabajo duro y la pasión son claves para alcanzar los sueños.

Antes de cada partido, Julio no sigue rituales complejos. Su única preparación es encomendarse a Dios, a la Virgen y a su familia. "Ellos son mi fuerza", asegura. Aunque reconoce las dificultades de vivir en el campo, también subraya la importancia de enseñar a las nuevas generaciones que "todo no puede ser deporte, hay que trabajar para salir adelante".

Julio César Grueso es un ejemplo vivo de cómo la pasión por el deporte y el amor por la tierra pueden converger para construir una vida plena. Su historia, es un testimonio de que los sueños pueden florecer, incluso en las tierras más alejadas, cuando se cultivan con dedicación y esperanza.

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