Ministerio del Deporte

Juan Gabriel Espinel, ejemplo de superación

martes, 26 de noviembre de 2019

Juan Gabriel Espinel, ejemplo Ampliar Imagen

Juan Gabriel Espinel (der) junto a José Antonio Vargas (izq), su guía
Juan Gabriel Espinel, ejemplo

PRENSA MINDEPORTE

Cartagena, 26 de noviembre de 2019. Un abrazo fuerte y una alegría sostenida. El grito del triunfo salió fuerte de su garganta. Ese anhelo de ganar en los V Juegos Paranacionales, Bolívar 2019, lo hizo tocar el cielo con las manos, cumplir su reto.

La resiliencia ha sido vital para Juan Gabriel Espinel, quien encontró en el deporte el impuso necesario para dejar atrás los obstáculos que le ha puesto la vida, como aquel accidente del 31 de octubre de 2007, que lo dejó ciego; la empatía, fundamental para saber que no camina solo, que hay personas a su lado siempre dispuestas a ayudarla, así mismo el trebajo en equipo y el optimismo vital para salir adelante.

El para triatlón lo conoció en 2018, supo que había en Juegos Paranacionales y se preparó para lograr su cupo. Dejó de lado la natación, el atletismo y el ciclismo, tres deportes que lo apasionan y los combinó. Fue un camino complejo pero supo sortearlo. Ha participado en tres eventos: Lago Calima, San Andrés y Cartagena. Los dos últimos los ganó.

Aunque en su cuerpo tiene reflejado las cicatrices de un accidente atroz, que pudo haber acabado con su vida. Su pecho, sus brazos, sus piernas, su cara denotan el sufrimiento por el que ha tenido que pasar. Y es que desde niño la vida parece haberle dado la espalda y dejarlo solo, sometido a la suerte.

Quedó huérfano desde sus primeros años de vida: antes de los 14, estuvo con tres familias en San Gil, Santander, de donde es oriundo. Le pegaron, lo insultaron, fue humillado. No una, sino muchas veces. Todo parecía que estuviera cogiendo los matices de llevar a Juan Gabriel Espinel a vivir momentos duros, de desesperanza.

Esos baches que le puso la vida los supo sortear. Encontró en el deporte, específicamente en el atletismo, el soporte para ser feliz, para salir adelante. Pero a su vez tenía que colaborar en la casa en la que se estaba quedando. Así que trabajaba. Lo hacía desde temprana edad puesto que por no tener papeles no pudo seguir estudiando. Lo hizo hasta segundo de primaria.

Pero el deporte, que funciona como trampolín en la vida lo hizo aprender los valores suficientes para nunca decaer. Eso lo hizo ascender como trabajador: el campo, sembrando caña, trapiches, celador, jardinero, construcción, manejo de volquetas, bulldozer, perforando piedras y guía de turismo. Hasta los 22 años esos habían sido los diferentes puestos que había tenido. En todos cumplió de la mejor manera.

Precisamente, cuando tenía 22 años la vida le mostró su cara más oscura. Un amigo lo llamó para que lo ayudara en una construcción. Espinel no hacia mucho había dejado ese trabajo, en ese momento era guía de turismo. Pero como siempre lo ha caracterizado la bondad, el querer ayudar a los otros, la empatía, sacó tiempo para apoyar a su amigo con ese problema.


Armó la dinamita: pegó los explosivos a las rocas. Eran siete. En la última tuvo que meterse a un hueco. A lo lejos un grito, que fue el preludio de la tragedia. Un hombre desconcentrado malentendió el mensaje y accionó la carga. Dentro del hueco Juan Gabriel Espinel recibió una parte de la onda explosiva con la piedra, golpes, heridas por todo el cuerpo. Perdió el ojo izquierdo, le quedaron esquirlas en el derecho, lo que posteriormente obligó a que se lo sacaran.

Duró en coma un mes. "Después de llegar al hospital, lo próximo que recuerdo es el sonido de un radio, en el que se informaba la fecha: 1 de diciembre", recuerda como si lo estuviera viviendo, con el mismo asombro. Desde ahí comenzó otra vida, no sabía qué hacer. Desde siempre estuvo solo y con ceguera todo parecía ensombrecerse.

No obstante, desde los 14 años llegó a una casa en la que el maltrato físico y psicológico mermó: la de María Isabel Gómez y Pedro Miguel Uribe. No eran casados, no tenían hijos. Recibieron a Juan Gabriel con los brazos abiertos, pero él se dio cuenta de eso una vez las dudas de quedarse sin hogar empezaron a golpear su cabeza.

María Isabel lo llamó y le reconfirmó su cariño: "tendrás donde dormir y comer hasta que nosotros fallezcamos". Palabras reconfortantes, que llenaban a Juan Gabriel Espinel de esperanza e ilusión. La ceguera nunca fue un obstáculo para él. Tiene claro que es una segunda oportunidad, así que trata de disfrutar de todo lo que hace.

"Estoy aquí para demostrar que soy un ejemplo de superación", dice con confianza y con la alegría que lo caracteriza. Con esa mentalidad encontró en la natación una aliada importante para superar obstáculos. Tenía buenos registros, buena capacidad, tanto así que se quedó con el bronce en los Juegos Nacionales de 2015.

Practicó también el atletismo. Empezó a conocer el sector paralímpico. Hizo paracycling, una disciplina que también lo arropó. En 2013 tuvo buenos registros en diferentes pruebas en la pista, pero cuando pasó a la ruta una caída le provocó una fractura de clavícula. Nuevamente, apareció la natación, esta vez como parte de su recuperación.

Cuando conoció el para triatlón no dudó en combinar sus amores, conoció a José Antonio Vargas, un exatleta, que se había dedicado a trabajar para poder subsistir. Cuando se le dio la oportunidad Vargas no lo dudó y, aunque tenía unos kilos de más, se comprometió a bajarlos. Y así lo hizo. Han logrado muchas alegrías y aunque anhelos como salir a Canadá o a España no se dieron, siguen con la cabeza adelante.

En Cartagena cumplieron con el objetivo de quedarse con la medalla de oro en la prueba de para triatlón, que para ellos es un paso más en ese sueño de participar en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Aún no cuenta con patrocinadores, así que los busca a lo largo y ancho del país, pero no claudicará en ese intento. Hasta ahora ha cumplido las metas que se ha trazado y nada lo detendrá en esa búsqueda. No por nada la resiliencia es una de sus mayores cualidades.

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