PRENSA MINDEPORTE
Cartagena, 19 de noviembre de 2019. - Fuerza, coordinación, visión, agilidad. Harold Ramírez parece haber sido construido para batear. Es un pelotero con una capacidad notable, que hace ver fácil el siempre difícil arte de que un madero se encuentre con una pelota de 108 costuras. En Grandes Ligas abrió los ojos de propios y extraños y se convirtió en unos de los jugadores clave de los Marlins de Miami.
Desde que era pequeño tenía claro su anhelo. Quería convertirse en beisbolista. Tenía apenas tres años cuando Celina Lemus, su madre, le vio el gusto por la pelota caliente. Un bate y una bola eran su compañía. No había juguetes, ni videojuegos que superaran ese anhelo. En el barrio Canapote de Cartagena, Ramírez comenzó a dar sus primeros batazos en las esquinas, en los parques.
La pelota en aquel tiempo no volaba como lo hace ahora cuando la conecta. No. Apenas recorría unos cuantos metros, pero se le veía una coordinación clara entre sus ojos y brazos. Algo fundamental para ser un gran bateador. La fuerza la fue ganando con el paso de los años, con la impetu que le ponía al entrenamiento.
Como la mayoría de los jugadores colombianos, que actualmente practican este deporte, creció viendo a Édgar Rentería y a Orlando Cabrera en el béisbol de las Grandes Ligas. Fueron sus ídolos, quería seguir sus pasos. Por lo que empezó a practicar el deporte en el campocorto. Pero había un problema: su habilidad con las manos al momento de soltar la bola lamentablemente no era la mejor. "Tenía la mano dura", recuerda.
Pero gracias a la práctica de otros deportes comenzó a ser más delicado al momento de soltar la pelota. En el colegio José de la Vega, de la Heroica, el baloncesto y el voleibol se convirtieron en sus hobbies. Uno le dio la fuerza en el brazo al momento de lanzar, el otro le enseñó a ser sutil y preciso. Por esta razón, cuando volvió a practicar béisbol se dio cuenta de que su posición se encontraba en los jardines. Reunía los requisitos tanto con el guante como con el bate.
Las cualidades que tenía Harold Ramírez no pasaron desapercibidas para Yimmi Díaz. Él fue la persona que comenzó a entrenarlo, el que le decía cómo pararse en el plato, cómo atacar la bola. Fue su primer mentor. Le hizo mejorar algunos defectos y potenció sus virtudes. Con el tiempo aprendió que la clave está en buscar un solo lanzamiento, y es algo que practica hasta el día de hoy.
Esa habilidad que mostraba dentro de los diamantes de béisbol hizo que los Piratas se fijaran en él. En el año 2012 firmó y debutó con el equipo rookie. Fue un año formidable. Bateó para promedio de .259, y aunque apenas impulsó 12 carreras fue esencial para que su novena se coronara campeona en la Liga del Golfo por primera vez en 50 años.
Era su primera experiencia en Estados Unidos como profesional y levantaba un título. Nada lo complicaba, incluso le encontró la salida al problema del idioma. "Un compañero que se llama Isaac Sánchez era quien me traducía todo".
Su ascenso va acelerado. Nada lo detiene. La resiliencia ha sido vital en su carrera, aguantó los sinsabores de haber sido cambiado por los Piratas de Pittsbrugh, haber sido dejado libre por los Azulejos de Toronto. A pesar de estos obstáculos, continuó afrontando sus retos con la cabeza en alto. Este año llegó a Grandes Ligas y hoy por hoy está defendiendo los colores de Bolívar en los Juegos Nacionales, demostrando que Colombia, es tierra de atletas.