Prensa Mindeporte
Armenia, 19 de noviembre de 2023. Dedos entrelazados, ojos bien abiertos y mirada atenta al juego. John Jairo Ospina, ferviente seguidor de los deportes, sigue cada jugada con detenimiento, sin sacar celular. Solo desvía la vista para explicarle a su hijo, Matías Ospina Velásquez, una que otra jugada: faltas, lanzamientos de tres puntos, el marcador en la pantalla del Coliseo del Café. Su afinidad está con Antioquia y celebra cada punto como si fuera un gol de su amado Atlético Nacional, equipo que lleva grabado en su piel.
Matías Ospina, atento como su padre, sigue con la misma concentración el partido y se va dejando permear del cariño por el seleccionado antioqueño. Acción que es celebrada por John Jairo Ospina con un abrazo y un beso en la cabeza. También, celebra cada punto, cada rebote ganado, las faltas en contra del equipo vallecaucano y abuchea cuando los rivales tienen un tiro libre a favor. Los dos al unísono.
La primera mitad fue una montaña rusa de emociones. El comienzo dominante de los del Valle, lo tenía silencioso, reprimiendo cada sentimiento negativo. El 18-10 del primer cuarto fue el reflejo de que los antioqueños no habían entrado con la misma concentración que en partidos pasados cuando sorprendió con las victorias contra este mismo equipo de Valle y Atlántico, quinteto que terminó en la cuarta posición tras caer derrotado frente a Bogotá, en el partido por la medalla de bronce.
En el segundo cuarto su ánimo fue ascendiendo, como el juego de Antioquia, que empezó a descontar en el marcador hasta igualar a 29 antes de finalizar la primera mitad. Gritos de ¡Vamos! ¡Eso! Y abrazos con su hijo acompañaron la eficacia del cuadro verde. La ilusión crecía. La unión y la afinidad por una región se veía reflejada en cada pase, en cada lanzamiento de tres acertado. Los festejos, con el paso del tiempo, eran más fuertes.
La tribuna, con cánticos divididos a favor de unos y de otros, era pura emoción, pasión. Los valores del deporte plasmados en cada salto, en cada zancada, en cada lanzamiento. El tercer cuarto empezó con esa energía, el escenario vibraba, pero la desconcentración de Antioquia le pasó factura en el comienzo de la segunda mitad, un rally de 21 puntos a 12 a favor de Valle, acabó con las ilusiones del equipo verde.
Su mirada pasó de la pasión al análisis. Le explicaba a su hijo los pormenores del baloncesto, deporte del cual tiene el conocimiento básico para que su hijo aprenda un poco más, así como lo tiene de otros como el ciclismo, el tenis y, sobre todo, el fútbol.
Ese sí es el que lo apasiona. "Aprovechamos que los Juegos se están haciendo en la ciudad para venir y disfrutar de estos partidos. Le hacemos fuerza al Quindío, nuestro departamento, pero en esta final apoyamos a Antioquia, por mi equipo", dice.
La segunda mitad fue absolutamente del cuadro vallecaucano, que se coronó campeón en el baloncesto masculino de los Juegos Nacionales, por segunda vez consecutiva, tras ganar por 83-63. Pero el partido se convierte en anecdótico cuando se mira más allá de los resultados, cuando el deporte entra y se convierte en foco de unión y de inspiración para niños y jóvenes. Al final, ese es el fin de organizar un evento de esta magnitud.