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Foto: Los abuelos de Camila Echeverry la acompañaron en su participación en la regional Amazonía.
La familia, el motor que impul
Los abuelos de Camila Echeverry la acompañaron en su participación en la regional Amazonía. Aunque no clasificó a la final nacional se quedó con experiencias inolvidables.
Prensa Mindeporte
Bogotá, 2 de mayo de 2024. "¡Dale, Camila! ¡Dale!" Los gritos de Alcira Tique, una señora con gafas, de pelo blanco pintado de castaño, se escuchaba en medio de la algarabía que vivía el Coliseo del Parque Recreodeportivo del Salitre. Junto con su esposo José Vicente Echeverry seguían el paso a paso del compromiso que jugaba su nieta, Camila Echeverry, quien representa al Amazonas, contra Vichada en la fase regional de los Juegos Intercolegiados.
A ambos los distinguía una cara de ilusión, sus ojos brillaban cada vez que Camila tocaba el balón y la sonrisa se hacía más grande con el paso del tiempo. Orgullo a flor de piel. El aliento nunca se dejó de sentir: "Vamos mija, dale", gritaban al unísono, mientras aplaudían. Era la primera vez que ambos veían a su nieta en acción, el corazón palpitaba con emoción y la felicidad inundaba el ambiente.
"Su apoyo me llenó de alegría", dijo Echeverry, quien porta el número 10 del equipo del colegio Sagrado Corazón de Jesús de Leticia. Es la jugadora a seguir y quien lleva la voz de mando dentro del rectángulo de juego, es la guía, la que maneja los hilos del equipo. Pero escuchar la voz de sus abuelos de fondo la llenó de sentimiento. "Su presencia me puso un poco nerviosa, pero hizo que diera todo de mí. Mi idea era que se sintieran orgullosos", destacó.
Verla liderando el equipo y guiándolo hasta el partido definitivo fue algo maravilloso, ver en cancha a la nieta de sus ojos, fue una sensación indescriptible. "Me alegró el corazón", dijo José Vicente Echeverry, con los ojos aguados de emoción y un nudo que frenó estrepitosamente, sus palabras. "Me siento orgulloso de tener esta nieta tan hermosa", añadió después de aclararse la garganta y sonreírle.
Seguir el crecimiento de su nieta desde lejos ha sido una tarea ardua, pero lo han hecho muy de cerca gracias a la comunicación cercana que han tenido con su hijo, José Javier Echeverry. Así se han enterado de sus brazadas en la natación, cuando tenía seis años, su posterior paso por el baloncesto hasta los ocho años y, finalmente, su ingreso al voleibol, deporte que la enamoró y que practica hace nueve años.
"Empecé a practicarlo gracias a su popularidad, mis amigas también lo hicieron y armamos un buen equipo", destaca la capitana de la escuadra de Amazonas, que sueña con ser médica y continuar su paso por el voleibol. Este jueves el resultado no fue el anhelado, se quedaron a un punto de clasificar a la final nacional, pero la experiencia de representar a su departamento le dejó recuerdos inolvidables con sus abuelos, que se convierten en un motor para levantar cabeza y seguir dándolo todo hasta el final.
