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La última vez que un sumo pontífice había pisado suelo colombiano, el país tenía las cicatrices abiertas por dos tragedias que nos golpearon profundamente: la toma y retoma del Palacio de Justicia y la avalancha de Armero. Sin importar los orígenes de ambas, el dolor fue el mismo. Y ese fue el que subsanó con su bendición y oraciones San Juan Pablo II.
Fotografía: SIG Presidencia
Dar el primer paso nos anima a
La última vez que un sumo pontífice había pisado suelo colombiano, el país tenía las cicatrices abiertas por dos tragedias que nos golpearon profundamente: la toma y retoma del Palacio de Justicia y la avalancha de Armero. Sin importar los orígenes de ambas, el dolor fue el mismo. Y ese fue el que subsanó con su bendición y oraciones San Juan Pablo II.
Hoy, 31 años después, otro Papa vuelve a visitarnos en un momento trascendental de nuestra historia. En esta ocasión, tampoco hay que detenerse en quién tomó la iniciativa o cuál cedió más en sus pretensiones. Lo fundamental es que Francisco llega para refrendar un acuerdo de paz con su mensaje de esperanza y reconciliación. Esta es una nueva Colombia y nadie mejor que su santidad para decírselo al mundo. Que donde hubo violencia, hoy renace el perdón. Que las balas se han silenciado para darle la bienvenida a la reflexión. Que en definitiva, puede y debe haber indulgencia. Sí, hay que mirar atrás, pero para no repetir los errores del pasado. Despertar rencores es equivocar otra vez el camino. El Papa nos guía y debemos todos dar ese primer paso unidos y confiados, así como lo hemos hecho en el deporte, otro lazo que nos reconforta e inspira. El mismo que Francisco se encarga de promover por medio de un valor incansable: la humildad. Debemos, como él, ser moderados en la victoria y desvalidos con el tropiezo. Así lo aprendió desde niño con el fútbol, que ha sido su otra pasión. Supo ganar y perder con su amado San Lorenzo de Almagro, el club que le enseñó ese sentimiento que siempre debemos llevar dentro. Es también el Papa del deporte y hoy su bendición se hace necesaria para que el país siga brillando con los metales que lucen nuestros atletas en los podios del mundo. Así, trabajando cada día por ser mejores, se irradia igualmente el mensaje pacífico del que dará fe. Bienvenido su santidad a esta tierra, a esta Colombia que es oro por la riqueza humana de su gente, pero sobre todo, paz por el espíritu de superación que la identifica.