Remberto Burgos de la Espriella
Bogotá, 29 de mayo de 2020. Hemos señalado lo bueno del deporte y los beneficios que produce sobre el funcionamiento y la fisiología cerebral. La producción de endorfinas que se consiguen con la actividad física es notable. Estas sustancias -neuropéptidos- que el cerebro sintetiza y que además de la sensación de bienestar mejoran el sistema inmunológico y son por excelencia los analgésicos naturales. Las emociones negativas y sus tóxicos efectos tienen una menor incidencia en los pacientes que llevan una buena actividad física.
Después de una caminada, nos sentimos despejados. Una perspectiva diferente al limpiarnos de esas virulentas impresiones que importunaban nuestro cerebro. La gasolina que necesita para su funcionamiento, el flujo sanguíneo cerebral, se incrementa con el ejercicio. Este aporte de nutrientes constante, hace que las respuestas y las defensas del cerebro ante ciertas enfermedades, sean más sólidas. Ciertas dolencias neurodegenerativas como el Alzheimer y otros trastornos cognitivos, se lentifican. Su historia natural tiene un curso menos agresivo y más llevadero.
Seguimos enumerando los beneficios del ejercicio: favorece la sinaptogénesis y la producción en serie de nuevas neuronas especialmente en el hipocampo, centro receptor de la memoria. Al ser la actividad física un facilitador del aprendizaje, las conexiones neuronales y las redes de comunicación se fortalecen. Los mensajeros químicos que el cerebro tiene para su lenguaje se vuelven más claros y nítidos. ¡El deporte, la gran vitamina que estimula la producción de neurotransmisores!
La actividad física es barata: una ganga, sin IVA. No implica costos adicionales y es un vehículo de integración. Caminar no arruina a nadie y enriquece tanto al cerebro que resulta bobería no hacerlo. No hay edad de inicio, sin límite para no practicarlo. Es la medida preventiva más importante de intervención pública que puede mejorar la salud mental de los colombianos.
Pero siempre hemos hablado de los beneficios del ejercicio físico sobre el cerebro y hemos dejado a un lado lo que la función cerebral determina en el rendimiento y éxito del deportista. No se puede escindir lo uno de lo otro. Como un matrimonio, indisoluble. Son llave y cerradura, funcionan como una pareja integral. Cerebro y deporte son la llave maestra del bienestar.
El deportista sabe que su talento tiene mucho potencial, pero esta vocación hay que pulirla desde temprano. Es un diamante en bruto. Ejercitar la capacidad de concentración, la atención, el control de las emociones y la autodisciplina. Los éxitos en el deporte no se consiguen al azar, son fruto de un entrenamiento cerebral de muchos años en donde las funciones del lóbulo frontal se van organizando. Ser el mejor no se logra mañana. El atleta debe simular el futuro de sus competencias. Cuando con anticipación se repite una y otra vez la imagen mental de lo que debe hacer, ese día esperado de la disputa logra resultados insuperables. Como el cirujano, simula mentalmente el quirófano y con disciplina estudia y repasa todos los pasos quirúrgicos. El día de la cirugía, el bisturí avanza entrenado minimizando el margen de error.
Enseñarles a nuestros deportistas la importancia de la psicología del deporte es ampliar su formación. Hay que entrenarlos y prevenirlos de situaciones en donde el "pánico escénico" los lleve a cometer históricos desaciertos. Ese jugador que ha practicado miles de veces un penalti y cuando en la final, faltando un minuto para acabar el partido, se deja llevar por las emociones y falla. El temor previo, la incertidumbre y desconfianza son los responsables más que la impericia. El grito de los hinchas lo condicionan, presionan y merman su rendimiento.
Hemos visto romper raquetas y tacos de billar, patear la pelota y lanzarla al público, desafiar a los asistentes e incluso irrespetar al árbitro, La culpa del error es la falta de control de la ira y no dominar el miedo que lo ha hecho fallar. Autoanálisis y buscar ayuda es lo inteligente.
Innumerables ejemplos, pero quizá el del reconocido tenista Nadal nos ilustra. En su adiestramiento, físico y emocional, adquirió unas habilidades que en cuestión de milisegundos le permito adelantar y anticipar la jugada del oponente. Por eso, su innovadora y contundente respuesta lo logró con los dos pies en el suelo. Analogía de destreza y formación integral: física y emocional. El sistema nervioso donde lóbulos frontales, cerebelo y neuronas espejo funcionan con una simultaneidad perfecta que le da a su juego un toque armónico y sincrónico. Como nuestros anillos de esmeralda: tallados, verdes, puros, naturales. Por supuesto, hay talento. Pero este, ha sido pulido como la preciosa piedra con meticuloso cuidado: físico, nutricional y emocional.
No puede existir divorcio entre el deporte y el cerebro. Hay que entenderlo y ponerlo en práctica en los programas de salud para lograr máximos rendimientos. Y no solo en el ámbito deportivo. Como instrumento de cohesión social y de fraternidad esta llave maestra, deporte-cerebro, sanas fisuras sociales y cura brechas de desigualdad.