El encuentro nacional será del 1 al 5 de octubre en Tumaco
Prensa Coldeportes
Rocío Castro Arboleda guarda en el corazón a la abuela materna, alguien fundamental para su formación y quien, liberada de la disciplina que tenían que aplicar Joba y Virgilio, los padres de Rocío, fuera la maestra de su vida y un ejemplo a seguir.
Catalina Arboleda le regaló sentido común, el testimonio de la experiencia ganada con los años y el arte de reírse de las pequeñas calamidades que la acechaban en el día a día. También fue una excelente narradora de historias que, sin duda, despertaron su imaginación.
Cuando Rocío estaba pequeña, recibió una gran enseñanza. Su abuela no solo la llenó de cariño, sino que la estimuló para que se convirtiera en una experta en alabar a Dios a través del canto.
Nunca faltaban al coro de la iglesia y a su abuela, con quien compartía mucho tiempo, le gustaba llevarla a los velorios para cantar arrullos. También a las fiestas patronales celebradas en nombre de algún santo, donde también buscaban la oportunidad para cantar. "De ahí mi pasión por la música y especialmente por las alabanzas a través de las que llevo mensajes de amor y paz a donde quiera que voy. La otra herencia de Catalina, mi abuela, es el carisma del que me siento orgullosa".
Su canción favorita es Mi Tumaco en la Mañana. "El recuerdo de mis abuelos fue hermoso, aunque como todos, tenían nietos preferidos y yo era de las afortunadas. Mi abuela materna fue especial por lo amable y amorosa que era. Igual que mi bisabuela Lucía, una mujer con amor puro que siempre nos hablaba del significado del respeto, de decir con la verdad y de lo importante que es tener confianza en sí mismos".
Valores que aprendió y que hoy la hacen diferente y reconocida en Tumaco, no solo en el grupo de voluntarios a los que Coldeportes capacitó, sino por su estilo único al cantar en alabanza a Dios. Y es que mientras las invitaciones para amenizar las misas no paran, ella lo único que pide es que los feligreses depositen monedas en un tarro especial que llena para los tratamientos médicos que debe recibir uno de sus dos hijos.
"Los mejores recuerdos que tengo con mi abuela son de la vereda donde vivíamos, sobre todo cuando nos contaba las historias de La Tunda, una señora mala que se robaba a los niños. Las amenazas de entonces hoy las veo como enseñanzas porque esas palabras sabias eran para que nos portáramos bien y no fuéramos groseros".
Rocío llegó al grupo de voluntarios que acompañarán a las 424 personas mayores provenientes de 28 departamentos colombianos, a través de la convocatoria hecha en el SENA, en donde cursa una tecnología en Entrenamiento Deportivo.
"Ser voluntaria es una responsabilidad, es un compromiso y es ser un guía que se convierte en la mano derecha de quienes vienen a Tumaco a conocer el mar", menciona, al mismo tiempo que imagina que tendrá una vejez "chévere", guiando a otros, jugando, cantando y disfrutando al máximo de esa etapa.
"Quiero una vejez como la que también van a tener mis papás, especialmente mi mamá porque a la edad que tiene, 48 años, prefirió quedarse en la vereda y ocuparse como madre comunitaria. Joba es entregada a la comunidad y a la gente, no descansa y da amor incondicional a los niños y niñas que cuida en su guardería. Mi papá es pescador y de la pesca habla y cuenta historias que están llenas de felicidad".
"Mi experiencia se las heredaré a mis dos hijos, Julio David Nazareno, de 14 años y Juan Miguel Castro, de 10, a quienes amo y adoro porque son el motor de mi vida", concluyó Rocío.