Este médico antioqueño es uno de los jueces de patinaje más experimentados del país
Prensa Coldeportes
Aunque confiesa que más de una vez ha intentado encontrarle afinidad a la medicina con el juzgamiento, la respuesta es cada vez más contundente: poco y nada. Pero si fuese un color el que se encargara de unirlas, ese tendría que ser el blanco. Por la bata que usa cuando está en la sala de urgencias del hospital de Turbo y el tono que luce de pies a cabeza en las pistas de patinaje.
En cierta forma también es un anhelo de paz consigo mismo el que busca Augusto Jiménez Arroyave, quien vive momentos de demasiada adrenalina como doctor y juez, las dos pasiones que mueven su vida con la intensidad necesaria para no pensar siquiera en el descanso, más bien en la vocación de trabajar por los demás.
En Guarne, es una institución a la hora de dictar sentencia en las competencias de patinaje de los Juegos Nacionales. Labor que desempeña hace ya 35 años. "Empecé en 1980 con el juzgamiento local, luego a nivel departamental y desde el 90 se logró la licencia internacional en el mundial de Bello", recuerda con la precisión que requiere una fórmula médica.
La inquietud surgió en las propias aulas. "Un compañero de colegio me informó que había un curso para jueces. No sabía ni siquiera dónde era el patinódromo, pero asistí a la capacitación de carreras, luego también tuve una hockey, juzgaba las dos modalidades, hasta que el presidente de la Liga Antioqueña de ese entonces, Alberto Arredondo, determinó que debíamos escoger una sóla modalidad y me incliné por la primera", destaca Jiménez.
En cuanto a la inclinación por la medicina, esta vino después. Graduado de la Universidad de Antioquia en 2002, hizo el rural en Arboletes y desde el 2004 trabaja en urgencias del hospital de Turbo. Eso le ha permitido incluso prestarle los primeros auxilios a deportistas en plena competencia e incluso ser el médico del Inder de Turbo y acompañar las delegaciones de dicho municipio a juegos departamentales, regionales, intercolegiados e incluso recuperar a atletas de algunas lesiones o traumas.
Anécdotas le sobran para contar, pero no olvida por ejemplo que "en Bogotá, un patinador se salió de la parte externa, tuvo luxación de cadera, se le volteó el fémur de una forma impresionante, presentó deformidad ósea y nadie se atrevía a intervenir por lo impresionante de la imagen". Fue entonces cuando se quitó el traje de juez y sacó el galeno que también lleva dentro para "reducir esa deformidad y poder meterlo a la ambulancia".
El tiempo es el que sí escasea. Lo añora por momentos. "Es complicadito porque como médico de planta debo cumplir con unas horas mensuales y cuando hay un evento de mucho tiempo en patinaje, en ese caso adelanto algunas y pido autorización de los jefes que me colaboran bastante", confiesa.
Ardua labor que mezcla y le hace por momentos exigir su memoria. Igual no la retó para determinar cuántos Juegos Nacionales completa. Los primeros fueron en 1992 en Barranquilla y desde entonces no paró. Ya son siete ediciones y no se plantea límite alguno a sus 49 años de edad.
Aún Jiménez no termina su compromiso en las justas y ya debe pensar en el siguiente reto como juez: el Mundial de Kaoshiung, en China Taipei. Dentro de un mes estará en el Lejano Oriente para impartir justicia y si es necesario, dar un parte médico, aunque con el chip deportivo nunca quisiera tener que cambiar al otro.