PRENSA MINDEPORTE
Cartagena, 30 de noviembre de 2019. En el círculo en el que se para el lanzador, resalta una figura de un metro, 86 centímetros, de 90 kilos de peso. Con el número cinco en su espalda en el uniforme de Magdalena. Su cara no emite ningún gesto ni de cansancio, ni de preocupación, ni de alegría. Sólo existe el enfoque, la concentración. Para él únicamente vale el presente: lo que pasó, hecho está; el futuro es incierto. Así que se entrega por completo por que cada bola que tira, encuentre el guante del receptor.
Es una máquina para el sóftbol. Parece haber sido creado para este deporte: brazos y cuello fuertes, piernas resistentes y manos anchas. Es un tren a la hora de lanzar hacia el plato, bola parece sacar humo y el golpe con el guante emite un sonido agudo, que no deja dudas de la potencia que tiene.
El nombre de Ramiro Escorcia es muy conocido en Juegos Nacionales. En 2004 ganó con La Guajira, en 2008 con Antioquía y, en 2015, con el Magdalena. Nació en La Guajira, que fue con la selección con la que se dio a conocer a nivel nacional. Allí dio sus primeros pasos, pero fue en Venezuela donde se crió y aprendió todo lo necesario del sóftbol y béisbol. Su calidad con el brazo empezó a cobrar rápidamente dividendos.
A los 16 años le pagaban por lanzar. Se fue convirtiendo en un jugador certero en esa posición, imbateable. Cuando regresó a Colombia, el sóftbol se convirtió en su primer deporte, con él ganó todo lo que quiso. Ha lanzado por todo el país tanto que sus rectas y cambios de velocidad son reconocidos. En la tribuna cuando él se encuentra en el círculo, empiezan a sonar voces: "Él estuvo en Antioquía y ganó". Otras voces dicen: "Pasó por Bolívar y no lo pudieron retener". Parece convertirse en un mito, el deseo de cualquier equipo.
No es para menos. Es el gran responsable de que la selección de Magdalena se haya convertido en campeón, por segunda vez consecutiva del torneo de sóftbol en los Juegos Nacionales. Parece que equipo al que representa tuviera el asombroso destino de ganar, de celebrar por lo más alto.
Pero el tiempo no pasa en vano. Está próximo a cumplir 40 años y la gasolina se va terminando. No obstante, aún no piensa en lo que viene, eso nunca lo ha caracterizado. Para él lo importante es mantenerse en forma y responderle al equipo al que represente. El sóftbol lo lleva en las venas, lo ha hecho quien es y por él disfruta y sonríe, pero sólo cuabdo está fuera del terreno.
El nombre de Ramiro Escorcia es muy conocido en Juegos Nacionales. En 2004 ganó con La Guajira, en 2008 con Antioquía y, en 2015, con el Magdalena. Nació en La Guajira, que fue con la selección con la que se dio a conocer a nivel nacional. Allí dio sus primeros pasos, pero fue en Venezuela donde se crió y aprendió todo lo necesario del sóftbol y béisbol. Su calidad con el brazo empezó a cobrar rápidamente dividendos.
A los 16 años le pagaban por lanzar. Se fue convirtiendo en un jugador certero en esa posición, imbateable. Cuando regresó a Colombia, el sóftbol se convirtió en su primer deporte, con él ganó todo lo que quiso. Ha lanzado por todo el país tanto que sus rectas y cambios de velocidad son reconocidos. En la tribuna cuando él se encuentra en el círculo, empiezan a sonar voces: "Él estuvo en Antioquía y ganó". Otras voces dicen: "Pasó por Bolívar y no lo pudieron retener". Parece convertirse en un mito, el deseo de cualquier equipo.
No es para menos. Es el gran responsable de que la selección de Magdalena se haya convertido en campeón, por segunda vez consecutiva del torneo de sóftbol en los Juegos Nacionales. Parece que equipo al que representa tuviera el asombroso destino de ganar, de celebrar por lo más alto.
Pero el tiempo no pasa en vano. Está próximo a cumplir 40 años y la gasolina se va terminando. No obstante, aún no piensa en lo que viene, eso nunca lo ha caracterizado. Para él lo importante es mantenerse en forma y responderle al equipo al que represente. El sóftbol lo lleva en las venas, lo ha hecho quien es y por él disfruta y sonríe, pero sólo cuabdo está fuera del terreno.